Esa
noche Silvia estaba dispuesta a triunfar.
Se
habia arreglado de manera que todos los hombres se fijaran en ella. Minifalda
ceñida que resaltaba su culito respingón, camisa que realzaba su busto con un
extenso escote, botas altas de tacón, melena suelta, maquillaje en su cara para
realzar su mirada y sus labios, y su perfume preferido.
Había
llegado la hora en que había quedado con sus amigas, y juntas se encaminaron
hacia la zona en la que siempre salían. Era sábado noche y segurísimo que los
bares estaban llenos de gente que salía a lo mismo que ellas.
Entraron
en el primer bar; Silvia era consciente de que todos los hombres la miraban; no
era para menos, para eso se había preparado y vestido de esa forma, y su figura
la ayudaba mucho para su propósito. Quería dar rienda suelta a sus instintos,
lo necesitaba, deseaba sentirse deseada y querida por un momento.
Recorrió
el pub con la mirada; vio a varios hombres que le atraían, pero había uno que
especialmente le daba morbo.
Alto,
moreno, bien vestido, vaqueros y camisa blanca, elegante, guapo, al menos para
ella, bien afeitado; estaba acompañado de más gente, y una de las chicas no
dejaba de coquetear con él, pero para Silvia eso no era ningún impedimento.
Comenzó
a mirarlo, fijaba su vista en él, mientras daba pequeños sorbos al cubata y se
movía delicadamente al son de la música. Llevaba ya un rato así, y al final “su
hombre” la miró, una mirada rápida, pero ya se había fijado en ella. Silvia se
fue acercando cada vez más. Y su presa cada vez distraía la mirada de su
acompañante para mirarla a ella. Se puso junto a él, y no dejaba de mirarlo. Y él se dio la vuelta, al
fin, y la saludó con una sonrisa y un “buenas noches”.
Comenzaron
a hablar, Silvia le reía las gracias, aunque no las tuviera, y no dejaba de
mirarlo a los ojos, coqueteando con él. Se tocaba el pelo, bebía el cubata de
una pajita, pero sin quitar la atención de él. Y en un momento dado, Silvia se
acercó más y lo besó. Puso su mano en la nuca de él para atraerle y llevó sus
labios a los suyos. Fue un beso dulce, tierno, que él no rechazó, y ya no hubo
vuelta atrás.
Dejaron
sus vasos en la barra, y él la cogió por la cintura y la atrajo hacia sí, la
besó, pero esta vez fue salvaje, unieron sus lenguas como si no lo hubieran
hecho ninguna otra vez. Sus labios eran solo uno, sus lenguas se acariciaban, intercambiando
sabores, fluidos y deseo. Y Silvia no perdió el tiempo, en su abrazo lo acariciaba, la espalda hasta
llegar a su culo, duro, y se acercaba cada vez más a su cuerpo, hasta que notó
su verga dura y entonces supo que era el momento de llevárselo a otro lado. Eran
tales su deseo y excitación que no pudieron esperar y se metieron en el baño de
señoras. No les importó que les echaran en cara que un hombre entrara en el
baño de señoras, y mucho menos que entraran los dos al mismo baño. Entonces
nadie existía, solamente ellos dos y sus instintos…
Echaron
el cierre a la puerta y siguieron besándose y acariciándose. Silvia llevó su mano
a la entrepierna de él, y sintió su polla dura, sin perder tiempo le desabrochó
el pantalón, y él a ella le metía mano por la minifalda para tratar de quitarle
la tanga. Silvia lo ayudó, se la quitó y dejó su sexo libre, abierto para él.
Se desabrochó la camisa y él retiró el sujetador para chuparle los tetas, y
lamer los pezones, ya estaban duros, y a él le encantaba succionar como si
fuera un niño. Se sentó en el inodoro, con los pantalones y los slips en los
tobillos, y su verga tiesa y dura apuntando a su coño. No dejaba de besarla y
recorrer con su lengua todo lo que tenía a su alcance. Sus manos se perdieron agarrándole
el culo, estrujándolo para pasar luego al coño, mojado, lleno de jugos,
disfrutando de su olor, a sexo, a excitación y a deseo.
Silvia,
de pie, apoyó una pierna en la de él para dejarle vía libre, dándole un primer
plano de su clítoris, y él no pudo resistirse a la tentación de degustarlo. Su
lengua buscaba esa vulva, hinchada, húmeda, llena de jugos, y ese olor que le
embriagaba; jugueteaba con ella, y Silvia arqueaba su cuerpo, y comenzaba a
gemir, su respiración se alteraba, le encantaba lo que le estaba haciendo…
Pero
quería sentirlo dentro de ella, así que se sentó encima de él y clavó la polla
en su coño, estaba durísima, y cabalgó sobre él, los dos abrazados, se sentían
una dentro del otro, destilando fuego por todo su cuerpo; sus cuerpos sudorosos
gemían, se besaban jugando con sus lenguas, se tocaban, se miraban, sin dejar
de cabalgar, saboreando ese momento, suspirando cada vez más y más fuerte,
estaban a punto de correrse, los dos juntos….
Silvia
gritó de placer, y él derramó toda su leche dentro de ella, teniendo espasmos
al llegar al orgasmo; sus cuerpos descansaron abrazados hasta recuperar el
ritmo respiratorio; se vistieron y salieron del baño como si no hubiera pasado
nada, ajenos a las miradas de las chicas que querían entrar en el baño.
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